ABORTO,
SÍ. ABORTO, SÍ. [1]
La pregunta acerca del origen, la naturaleza y el
sentido del mal, es, sino la pregunta más antigua de la humanidad, una de las
primeras. Antigua como los intentos de reflexión
sobre la injusticia, el dolor y el sufrimiento humanos. Pero antes que nada, valga una
aclaración necesaria entre tantos males: la pregunta acerca del mal así como
una tentativa de respuesta, no es materia exclusiva ni de un sector religioso
ni de una época determinada; por supuesto, menos restringible lo es al lapsus
de los últimos 2000 años. Sólo tener en cuenta que las huellas más antiguas
encontradas del Homo Sapiens van de los 200.000 a, según el paleoantropólogo
francés Jean-Jacques Hublin (1953- ), los 300.000 años y que los rastros más
antiguos de arte datan de 75.000 años.
Siendo la cuestión del mal una pregunta
intrínseca al ser humano, tan vigente para muchos como sorda para otros a pesar
del repiquetear de los primeros, vale exponerla sobre el tapete o, si se
prefiere, sobre la superficie del consciente; si colectivo, mejor.
Aun la variedad de teoréticas respuestas
propuestas o impuestas por diversas facciones legalistas a lo largo de la traza
temporal, el asunto acerca del origen, la naturaleza y el sentido del mal,
continúa irresuelto.
Por otra parte, adentrándonos en nuestro tema, la ciencia biológica
afirma en la voz clara del Dr. Alberto Kornblihtt que “el feto no es un ser
humano”, que “vida” no es igual a “vida humana”, y que, continúa aclarando, aunque la biología define “vida” como “referida sólo a las células (…)” no
define “vida humana” in stricto sensu [2] [3]. Por ende, en el original mundo universalizado
en que nos toca tratar de vivir y convivir, no existe respuesta taxativa al
problema del mal como no la hay a la definición de “vida humana”. En sentido opuesto,
sí se logró alumbrar la causa de la gestación intrauterina. Ni demonios ni
espíritus, sí posesiones. Es que factores sexocarnales en determinadas
condiciones, dan gesta a la fecundación de un óvulo alcanzado por un
espermatozoide. Gesta embarazosa si las hay, puesto que desde el inicio de los
tiempos, entonces sea por milagro o por castigo divino, para llegar a buen término, es decir, para llegar a expulsarse
del útero un cuerpo con vida independiente del primero que lo contenía, debió primero
el primero, lograr sortear males menores y males mayores. Cientos de males
durante cientos de miles de años lograron paliarse bien avanzada la Ciencia, la
Tecnología y la Justicia Social del SXIX; Justicia Social que, no es moral
pasar por alto, deja mucho que desear del
ya mayorcito siglo XXI.
Si, en principio, por carencia de Justicia
Social la verdadera “pesada herencia” -epistemológica, científica y
tecnológica- resulta insuficiente para evitar los males mayores de un embarazo
no deseado ¿con qué argumento coherente el Derecho podría pretender penar a
alguien que, nadando entre males, decide el mal menor para sí?
En cuanto religioso, en tanto se presenta
como argumento en el debate cívico que nos ocupa, condenar en nombre de Dios a
quienes quieran optar por la interrupción voluntaria del embarazo porque consideran
que la vida celular no está por encima de la evidente “vida humana” -evidente por
sí en cuanto está exigiendo ejercer su libertad y sin por ello imponer a otros el
hacer uso del obligado derecho al aborto- pone de manifiesto una gran
contradicción a la vez que denuncia la falacia de su propio argumento. ¿Cómo cabría imponer una visión particular al conjunto social cercenando el derecho al derecho sin ejercer con ello la negación de su propia afirmación? Porque, para
decirlo sintética y un tanto teológicamente: si lleva el signo de la imposición
y la violencia, entonces, no viene de Dios. Igualmente, si tan breve pero
contundente sentencia teológica no fuera suficiente, permítaseme invitar a
contemplar para su bien, a los ciudadanos cristianos, supuesta mayoría religiosa en
nuestro país, las verdades teológicas en sus propias fuentes por intermedio de
la lúcida exposición de la Teóloga y biblicista, Magistra en Sagradas
Escrituras, María de los Ángeles Roberto[4]. Frente a la Cámara de
Diputados ella expresa que: “(…) en ninguna página de la Biblia hay condena
para el aborto porque el aborto no era considerado ni pecado ni crimen dentro
de la ley mosaica ni en el período neotestamentario. Tampoco hay un momento
determinado para indicar el comienzo de la vida humana en la Biblia”. Es decir,
pueden existir opiniones, interpretaciones, por supuesto; pero sin fundamento
real en la Revelación, no existe tampoco fundamento real para un dogma, en este
caso, antiabortista.
La única salida saludable y coherente para
quien pregona a creyentes y no creyentes, la imposición de la no opción -entre
males-, es la de trabajar por conquistar una genuina Justicia social, hasta que
nadie, ni une sole, creyente o no, quedara excluido del gozar de ella. Mientras
tanto es sumar injusticia pretender imponer que la prójima -sin embargo,
siempre desconocida- no reciba un tratamiento justo en una situación, ya de por
sí, injusta; es decir, que no reciba con beneplácito, amplia y
satisfactoriamente las bondades de las artes, ciencias y oficios que el estadío
actual del desarrollo humano ha alcanzado más que no ha cumplido en hacer
llegar a todes sus herederes, aun, incluso cuando haya llegado a la prójima en
cuestión más no, siquiera a une sole, a su alrededor. Porque como ser histórico
y social el ser humano construye y aporta activamente al entramado social del
que también se beneficia para su propia construcción[5].
Por otra parte, si el aborto es provocado
“naturalmente”, es decir, no inducido por
intencionalidad de la poseedora del cuerpo gestante[6], ¿quién sería
responsable?, ¿la naturaleza?, ¿Dios? En estos casos no solo no hay condena
material, tampoco la hay moral o psicológica o, por qué no, espiritual, puesto
que nadie exige a nadie, ni a sí mismo, el hacerse responsable buenamente de
las consecuencias que se echan a rodar de todas maneras. Una comprensión
profunda sobre la trascendencia de los actos se orientaría a enderezar
justamente los caminos que, pareciendo lejanos entre sí, habrán de cruzarse,
sin duda, en el entramado histórico-social. Que estos caminos estén libres de
piedras depende en gran medida de la intelección vívida de la significación de
“Vida Humana”; pero éste es otro tema que será necesario profundizar en un extenso
trabajo aparte. Volviendo al punto, de frente al imponderable del aborto
“natural” suele expresarse que “si fue así, es porque Dios lo quiso”. A lo que
cabe indefectiblemente preguntar ¿Al fin se responde a la vieja cuestión sobre
el origen del mal? ¿Es el Dios responsable de lo que llaman mal?
Para muchos, que el Dios permita un
aborto “natural”, supone la confianza plena en su omnisciencia y omnipotencia
pero sobre todo en su “gratuidad”. Lo que no queda claro es ¿por qué no supone
la misma confianza en el mismo Dios que la prójima haya decidido la
interrupción del embarazo que gesta sin querer como un mal menor y, además, que
un Estado, más o menos justo, lo garantice sólo por intentar ejercer la
imitación del bien mayor?
Lo anterior lleva a inferir que el único
problema del mal de la opción al aborto libre, seguro y gratuito, no es en
definitiva el problema del embarazo interrumpido sino Quién ejerce, con o sin
justicia, con o sin moral, el Poder de decidirlo y el Poder de hacerlo;
cuestión que, en los tiempos que corren –para atrás, por simple inercia- significa
quién lo pagará. Porque por lo bajo y a oscuras, valores agregados, son pocos
los que tienen el Poder de pagar. En realidad, en el entramado “histórico-social”,
pagar lo pagamos todos, solo que algunos lo pagan con dinero, que es lo que
cuenta. El resto lo paga, sí, con “Vida Humana”. Eso diferente de vida celular que
la ciencia no puede definir y que, por ahora, ignoramos su valor.
[1] Humanista. Lic. en Teología y Religiones Comparadas.
[2] Refiero a la exposición magistral del Dr en Ciencias Químicas y Biólogo
Alberto Kornblihtt del 31 de mayo de 2018 en el 15º plenario de comisiones del
Congreso de la Nación Argentina por la legalización del Aborto en Argentina. El
Dr Kornblihtt expone que: “un embrión no es un ser humano” ”El embrión y el
feto no son seres independientes de la madres sino que hasta el nacimiento son
como un órgano de la misma” “(…) la persona humana comienza con el nacimiento
con vida es decir cuando el bebe se separa completamente de la madre”
[3] Refiero a la caracterización de “vida humana” en “Cuarta Carta a mis
amigos” M.
L RODRIGUEZ COBO, SILO, Obras Completas I. Cartas a mis amigos. Buenos
Aires: Plaza y Valdes, 2004 [1993], p 553
[4] Refiero a la erudita exposición del día 17 de abril de 2018 en sesión del
debate público por la despenalización del aborto frente a la Cámara de
Diputados de la Nación Argentina. Cabe destacar que la Magistra Lic. Mº de los
Angeles Roberto, estudia el texto bíblico en sus idiomas originales, el hebreo
bíblico y el griego koiné.
[5] Refiero al estudio de “Historia y
Temporalidad”. M. L RODRIGUEZ COBO, Silo, Contribuciones al
pensamiento, Discusiones historiológicas, CAP III, Historia y
Temporalidad. Buenos Aires: Plaza y Valdes, 2004 (1990) , p 272
[6] Disculpas por el uso del género femenino. Se debe a una cuestión
simplemente gramatical y de facilidad de lectura para un texto de por sí un
tanto comprimido.